Como respuesta a los comentarios y observaciones de mi buen amigo Isaac a mi post anterior, he decidido darle respuesta con esta nueva entrada referente a reflexiones sobre competencias y habilidades de un jefe o compañero “perfecto”.
Como norma general y sin que hiera muchas sensibilidades personales, podría afirmar que el jefe/compañero “perfecto” por definición, no existe ni creo sea bueno que exista. Me voy a intentar explicar y con ello, hacer un pequeño diagnóstico de lo que considero podrían ser las claves de alguien “quasi perfecto”.
- Humildad: Una situación de perfección en una persona concreta, originaría sentimientos de frustración en el resto de miembros que coexisten con este miembro, básicamente porque un ideal, para que sea perdurable y mantenga esa dosis de referencia, debe ser alcanzable poco a poco y además, debe seguir siendo referente independientemente del momento, circunstancias y situación temporal en la que nos encontramos. Esto nos obliga, sí o sí, a que sea un ideal cambiante. Por lo tanto, seamos humildes, referentes para otros, y adaptados a las circunstancias, esto es, enriquecidos con la experiencia útil.
- “Siempre somos ejemplos y rara vez ejemplares”. Debemos adoptar actitudes de modelo de cara a nuestros compañeros, tanto en el ámbito profesional como en el ámbito personal, en las formas, en los horarios y en el orden, de manera que seamos ejemplos en situaciones concretas pero representemos modelos ejemplares de actuaciones globales. Todos somos ejemplos en situaciones particulares pero, hemos sido capaces de ser ejemplares en otras situaciones independientemente del entorno? Esto es lo realmente difícil.
- Capacidad de sacrificio. Un mejor jefe aflora más en momentos de crisis y sufrimiento que en momentos de gran euforia y tendencias positivas e idílicas. La mejor muestra de capacidad de sacrificio se demuestra con tu presencia y apoyo en aquellos momentos que mayor impacto negativo causan en las organizaciones. Asumamos nuestro rol y compartamos los momentos difíciles. En la escala de la dificultad, apuntarse un logro es tarea fácil, más difícil es compartirlo, aún más difícil es compartir un fracaso y tremendamente difícil asumirlo (el fracaso). personalmente
- Capacidad de escucha. El primer paso para fomentar la participación y motivación de un equipo pasa por la humildad de posicionarnos en una actitud de escucha activa. ¿Cuantas veces oímos a nuestros colaboradores y no somos capaces de poder articular el mensaje que nos han transmitido?
- Capacidad de formación. Si bien hemos dicho que no existe (ni puede existir) el colaborador perfecto, es necesario que cualquier miembro de un equipo sea capaz de aprender de sus jefes y del resto de colaboradores. Tu primer reto pasa por aprender del otro.
- Educación y Respeto. Soy profundamente consciente de que cuanto más jefe es uno, más respetuoso y educado tiene que ser consigo mismo, con sus homólogos y con sus colaboradores. No olvidemos que existe un mecanismo informal de tener “más oyentes” a medida que uno tiene un rol más importante en la organización y por tanto, sus palabras calarán más hondo.
- Motivación y liderazgo. Existe alguna otra forma de canalizar los esfuerzos en búsqueda de un resultado concreto que no lleve implícito una motivación y liderazgo del equipo?.
- Trabajo en equipo. Aquí os dejo una frese relevante “Uno solo llega más rápido, pero bien acompañado llega más lejos”.
- Rodéate de gente válida: Sólo podrás aprender de alguien que consideres mejor que tú. Rodéate de gente buena y de buena gente. Gente con principios.
Al fin y al cabo, las nueve pautas anteriores bien podrían reflejar los valores ideales que cada uno de nosotros podríamos desarrollar en nuestro entorno profesional, bien las acciones básicas para facilitar un ambiente profesional saludable o bien unas reglas básicas que podrían regular nuestra estructura más elemental familiar y personal. Podríamos cada día seleccionar una de ellas y ponerla en práctica? Seguro que nos sentiremos mejor haciéndolo…
