Vivencia laboral


Este post constituye el último de una serie de tres relativos a la felicidad.
Una diferencia y patrón claro en la evolución de los seres humanos es la capacidad de poder expresar sentimientos de felicidad en el entorno en el que nos desarrollamos. El hombre primitivo (y no tan primitivo)  basaba su felicidad en la satisfacción de determinadas necesidades básicas y posteriormente, en ir creciendo sobre la pirámide de necesidades de Maslow. Estamos pro tanto, en un crecimiento desde la supervivencia hasta la estima y la autorrealización. ¿Pero cual debería ser el punto más alto en el desarrollo del ser humano? Yo lo tengo claro, la felicidad.

Los niños cuando nacen, necesitan sentir el cariño de sus padres y la mejor forma de expresarlo reside en su sonrisa y en su capacidad de exteriorizar aquello que le hace sentir bien.  Desde el punto de vista de la medicina, cada vez más se coincide en manifestar que un niño que no ríe es un niño que su futuro puede presentar algún tipo de carencia o debilidad.
Nuestro trabajo constituye uno de los entornos que más tiempo permanece a nuestro lado, sin embargo, debemos reflexionar sobre cuáles son los factores que condicionan y contribuyen nuestro sentimiento de felicidad en él.
Para que seamos felices en nuestro entorno laboral debemos ser felices en dos facetas:

1)      Que lo que hagamos nos haga sentirnos libres. Así, nuestra actividad deberá satisfacer nuestra necesidad interna y deberá alimentar cada minuto de nuestro trabajo, consiguiendo sentimientos y retos personales en lo que hacemos y cómo lo hacemos. Es la satisfacción en las funciones
2)      Que el entorno y situación laboral nos halague y comprometa. Buscamos la  satisfacción en las condiciones.

Cada vez es más difícil encontrar personas que tengan las dos condiciones plenamente satisfechas, porque si bien es posible que las condiciones produzcan felicidad, a veces lo que hacemos nos incomoda o por el contrario, si la actividad nos entusiasma, es el entorno o las condiciones de trabajo las que nos hastían en cierta medida.
Pero cómo podemos solventar esta paradoja y llegar a poseer las dos condiciones simultáneamente? Mi experiencia me dice que debemos entrenarnos para ello y vencer ciertos prejuicios. Aquí os pongo cuatro reglas básicas:

a)      No nos dejemos llevar de lo que creemos sino de lo que vemos. La realidad es la que nosotros vemos de una manera objetiva (no con pensamientos preconcebidos) y no basada en el instinto animal de la huida.
b)      Demos sentido a cada una de las cosas que hacemos, huyendo de la repetición y la respuesta automática frente a impulsos. De cada cosa se aprende porque  nunca hay situaciones idénticas, lo que hay son entornos parecidos pero con agentes y momentos temporales diferentes.
c)      Rodéate de gente positiva y feliz. Las situaciones negativas suelen llegar por sí solas pero las situaciones positivas hay que perseguirlas y cultivarlas.
d)     Ten los ojos siempre abiertos y mantén tu instinto innovador en tu portfolio de víveres.
¿Qué opináis? Y a qué le dais más prioridad, ¿a la búsqueda de la felicidad en lo que haces o a la búsqueda de  la felicidad de vuestro entorno?

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